Asentí. Mi tía Helen, aunque dudaba seriamente de que fuésemos parientes, no se me acercó en ningún momento, ni hizo ninguna mención especial. Se limitó a dar la clase, ecuaciones químicas. No era por echarme flores, pero se me daba bastante bien asíque no presté mucha atención. Aunque hubiese querido, no hubiese podido, Brutus era tan alto que tapaba la mayoría de la pizarra.
Observaba cada movimiento de mi tía Helen. Actuaba con tal anturlidad que parecía que llevaba dando clase toda su vida. Al principio no lo entendí pero luego caí en la cuenta. Mi tía no era fotógrafa, como me había echo creer, cada vez que se iba era para dar clase, por eso apenas estaba en casa. Que ingenua había sido, Leslan y mi tía me habían mentido, el único que me había dicho la verdad era Khalil. Tenía que dejar de pensar en él, era lo único que hacía.
-…Entonces tenemos que poner un tres como coeficiente estequiométrico para que haya el mismo hidróxido de calcio en un lado y en otro-explicó la Tía Helen- Con esto terminamos por hoy. Terri, tú, quédate un momento.
Ojala no se hubiese dado cuenta de que no estaba prestando atención. Lo que menos necesitaba ahora era estar castigada.
-¿Qué tal vas en el Internado?-me preguntó.
-Me esta constando un poco acostumbrarme-admití sinceramente- pero por lo demás bien.
Ella recogió sus libros y juntas esperamos a que todos los alumnos se fuesen.
-¿Cómo vas con Khalil?-dijo señalando al fondo del pasillo donde él se encontraba.
-Bien pero a veces reñimos un poco.
-Ten paciencia, puede ser un poco conflictivo pero es buen muchacho aunque no lo quiera admitir.
Asentí, supongo que si ella decía que era un buen chico sería por algo, aunque conmigo jamás había mostrando esa faceta. Khalil me vio y comenzó a acercarse.
-Que sepas que sigo siendo tu tía, así que cualquier cosa puedes venir a hablar conmigo cuando quieras-me aconsejó- bueno, ya os dejo solos.
Se alejó y la miré sonriente. Puede que no me hubiese dicho toda la verdad, pero era mi tía y eso era lo que contaba. Khalil pasó a mi lado, sin saludarme ni mirarme. Le seguí. Mientras caminaba detrás suya me fijé en que llevaba el cinturón que me prestó el primer día. Supuse que había entrado en mi habitación y lo había cogido. Dormíamos en habitaciones distintas pero tenían una puerta que nos unía por si me pasaba algo.