-¡Socorro! ¡Ayuda!
Volví a oírla, pero esta vez el grito era más claro, más escalofriante. Me estaba acercando. Sabía que no le iban a hacer nada, ella era solo el cebo, un peón en esta maldita guerra. Sin embargo me apresuré.
Corrí por el bosque como no había corrido nunca, quitándole importancia al hecho de que las ramas más fuertes de los arboles rasgasen mi camiseta dejando entrever aquella estúpido marca que tantos problemas me había costado. Caí una y otra vez pero los gritos y llantos de la pequeña me daban fuerzas para continuar. Estaba convencido de que ellos la estaban asustando con el fin de que gritase alto y así yo me diese prisa. Ellos nunca habían malgastado su tiempo y no lo iban a hacer ahora.
Oí una rama crujir y a continuación pasos. Me paré en seco y me agaché. No tenía sentido, yo era un chico muy corpulento y se me veía con facilidad. Además, sino hubiese querido que me cogiesen no hubiese ido a por ella. No podía dejar que le pasase nada, ella era una niña, tenía que seguir riendo, saltando, jugando con sus amigos y no en medio de toda esta farsa.
-Vamos hijo mío, sé que estas ahí, no vas a hacer que valla a por ti, ¿verdad? La niñita cada vez grita con más facilidad- <<No-pensé- él no.>>
Me levanté e inspeccioné el bosque. Nicole volvió a gritar pero esta vez el grito procedía de arriba. Alcé la mirada y observé con impotencia que había encerrado a la niña en una jaula para pajaros en lo alto de un árbol. Lloraba y gritaba mi nombre pero por más que saltase no alcanzaba la jaula. Podía intentar escalar el árbol pero era consciente de que esa jaula había sido puesta por algún tipo de magia negra a la que mis conocimientos no alcanzaban. Pestañeé un momento y la jaula desapareció. Al instante volvió a aparecer a escasos metros de mí. Me lacé como una flecha hacia ella pero cuando parecía que la iba atrapar, desaparecía y volvía a aparecer en otro lugar. Era un juego para ellos. Al cabo de un rato me paré y miré fijamente a los ojos del monstruo de mi padre.
-Haré lo que me pidas pero suéltala, ella no ha hecho nada. rogué.
-Sí que ha hecho algo, hijo. ¿O no te acuerdas que se escapó de mi ciudad? Escaparse de Ataya, es un delito que se paga con la muerte.
-La rescaté yo, acuerdate Dimitri. ¡Sólo tiene diez años, no voy a permitir que baile medo desnuda para tí!- grité. Estaba harto de su abuso de poder.
-¿Qué pasa? ¿Se te ha olvidado como tratar a tus superiores?
La cara se le puso muy seria y con un chasquido de dedos Nicole apareció a su lado. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y le habían cortando las trenzas que aquella misma mañana le había hecho. Tenia un aspecto lamentable y era por mi culpa. Dimitri se arrodilló y le agarró por el pelo, tirando con fuerza mientras me miraba y ella gritaba.
-Dejemonos de chácharas y vamos al grano- dije.
-Me parece bien. Quiero que averigues todo lo que puedas de esta chica. Se llama Terri Châverry y es crucial que la encuentre- me dio una foto de la chica.
Era la perfecta barbie. En la foto salía con el uniforme de animadora de u instituto. Tendríamos la misma o sino muy parecida edad, aunque era lo única que tendríamos parecido. Era rubia, delgada y simplemente con una vida perfecta. Era lo que yo llamaba una pluriempleos, trabajo de hija perfecta, estudiante modelo, novia ejemplar y apostaba el cuello a que era la más popular del instituto.
Yo en cambio era un pobre que huía con una niña para buscar una vida mejor.Su sonrisa perfectamente falsa me repugnaba.
-Me llevaré a la niña, conforme vallas sabiendo cosas de Terri podrás ver a Nicole. Mientras tanto- dijo acercándose al oído de Nicole- dile adiós a tu salvador.
Y con esas palabras desaparecieron. Miré la foto de la Barbie pluriempleos y antes de derrumbarme pensé:
<<Te odio y juro que pagarás por lo que nos has hecho.>>